La arquitectura de exposición se ha desarrollado durante el siglo XIX paralelamente a las crecientes posibilidades de la técnica. El palacio de cristal de Paxton (1851), la galería de máquinas de Contamin (1889) -"Catedral de la técnica"- y, finalmente, la torre Eiffel (1889) son testimonio del arte ingenieril. La mayor parte de las exposiciones son provisionales; se las construye desmontables para que puedan ser desarmadas al poco tiempo. El palacio de cristal, que se mantuvo hasta el incendio de 1937, y la torre Eiffel son raras excepciones. La arquitectura de exposición marca lo curioso en contraposición a lo permanente; gran parte está hecha más con fines de bluff y shock que de solidez, y casi siempre lo interesante trata de adelantarse. El pabellón francés de 1958 en Bruselas -un hall que se abría desde un punto central con alas de pájaros y brazos de grúas, y que estáticamente fue un acto de fuerza malogrado- o el moño de hormigón de Baldesarri- que recorría el espac...