La arquitectura de exposición se ha desarrollado durante el siglo XIX paralelamente a las crecientes posibilidades de la técnica. El palacio de cristal de Paxton (1851), la galería de máquinas de Contamin (1889) -"Catedral de la técnica"- y, finalmente, la torre Eiffel (1889) son testimonio del arte ingenieril. La mayor parte de las exposiciones son provisionales; se las construye desmontables para que puedan ser desarmadas al poco tiempo. El palacio de cristal, que se mantuvo hasta el incendio de 1937, y la torre Eiffel son raras excepciones.
La arquitectura de exposición marca lo curioso en contraposición a lo permanente; gran parte está hecha más con fines de bluff y shock que de solidez, y casi siempre lo interesante trata de adelantarse. El pabellón francés de 1958 en Bruselas -un hall que se abría desde un punto central con alas de pájaros y brazos de grúas, y que estáticamente fue un acto de fuerza malogrado- o el moño de hormigón de Baldesarri- que recorría el espacio en forma irregular en el pabellón de Breda en Milan (1952), el que en sí ya era una enorme concha de hormigón- muestran los desvíos por los que va la improvisación cuando desea resaltar.
Aún así, la historia de la arquitectura de exposición no es pobre en puntos de inflexión culturales. El pabellón de Barcelona, de Mies van der Rohe, tuvo la influencia más grande que jamás construcción alguna haya tenido hasta ahora en la historia de la nueva arquitectura. El pabellón finlandés de Alvar Aalto, en Nueva York (1939), con la pared inclinada y levemente ondulada, ha introducido la corrección del estilo, hasta entonces rígidamente geométrica, hacia una concepción más orgánica.
En la exposición mundial de Bruselas en 1958, los pabellones alemanes de Eiermann y Ruf, así como la enorme flecha moldeada en hormigón de los ingenieros belgas, resaltaron como logros individuales sobresalientes. Pero, en general, el cajón con el delantal de vidrio antepuesto constituía el motivo falto de fantasía más divulgado. Bruselas muestra el envejecimiento del estilo moderno.
*Este escrito fue extraido del libro Entre vidrio y hormigón de Eberhard Schulz.
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