El atrio, a pesar de que nunca desapareció por completo de la historia de la arquitectura y siguió vegetando miserablemente en la cour d'honneur del palacio barroco, o incluso en el patio-jardin de las casas urbanas de alquiler, representa un motivo decisivo en el cambio de estilo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Philip Johnson, alumno norteamericano de Mies Van der Rohe, construyó en 1942 su primera casa propia cerca de Cambridge con distribución de atrio, es decir, como casa que con un frente de vidrio se abre sobre un patio interno, el que a su vez es separado del exterior mediante un muro. Lo que de este modo se quiere lograr es el escondite; la orientación -a diferencia de las terrazas salientes y ventanas que invitaban a entrar de la arquitectura de vidrio precedente- se dirige hacia adentro. Eduard Ludwig presentó en el Interbau de 1957, en Berlin, la casa de atrio en cinco variantes. En aquella exposición, casi todos los proyectos individuales eran casas con patio que se aislaban del exterior con una pared, fuere ésta una pared de la casa o el muro del atrio (Arne Jacobsen, Johannes Krahn, Günter Hönow).
El pensamiento del atrio penetra también en la construcción escolar, concebida hoy en casi todos lados como construcción de patio y que se funde con el pensamiento original del pabellón. Una curiosidad en este sentido la constituye la escuela de Arne Jacobsen en Gentofte, distrito marginal de Copenhague, donde las distintas clases se distribuyen alrededor de un sistema de once patios internos. Allí tampoco se renuncia por completo al pensamiento de la gran saliente y del libre juego, pero esto decididamente se supedita a la sensación de un refugio de tipo familiar. En los Estados Unidos, hasta la construcción administrativa es realizada en forma de rectángulo chato y cerrado con un gran patio interno (Compañia General de Seguros, Owings y Merril). Exagerando un poco, se podría decir que el tema de la alineación, el cerrarse hacia adentro en el atrio, triunfa sobre las metas expansivas de la arquitectura. El campo de libertad que uno elige se ha reducido desde el deseo ambicioso de lo inconmensurable al jardin cerrado.
*Este escrito fue extraido del libro Entre vidrio y hormigón de Eberhard Schulz.
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