Muchas veces he repetido que Fisac está entre los grandes, entre los grandes creadores que con su obra de arquitectura de dimensión universal, han atrevesado ya el umbral de la historia. No es que haya pasado a la historia: forma ya desde hace mucho tiempo parte de ella.
Decía Ángel Ferrant que: "Todo está dicho ya. Pero como nadie se entera, hay que volver a repetir mil veces". Bien lo saben los medios de comunicación, los medios de la publicidad.
Antonio Gaudí murió atropellado por un tranvía, olvidado de todos. Era Gaudí un arquitecto cuya dimensión universal jamás fue ni imaginada por aquellos que le rodeaban. Tan sencillo era. Hoy su figura se agiganta hasta llegar a los más alejados confines de la tierra.
Miguel Fisac, con su sencillez, con su franqueza y con su claridad de pensamiento no ha sido nunca plato de gusto para los que manejan los hilos del poder mediático. Tan directo era. Pero su reconocimiento universal tomará día a día dimensiones que todavía no se nos alcanzan. Tiempo al tiempo.
Y como creo que las palabras se las lleva el aire, querría proponerles a ustedes hoy, a fuer de ser eficaces y no quedarnos en meros panegíricos, una sola idea con referencia a Fisac que tiene que ver, precisamente, con el aire: colgar en el aire de la red informática la mejor página web del mundo: www.miguelfisac.com. Sí, ya sé que está ya en el aire, aunque solo sea porque cuando transcribo mis palabras con mi ordenador, el dichoso título se ha vuelto azul.
Cuando Cervantes escribe el Quijote, sabe tan bien la dimensión universal de su obra que no tarda nada en hacer traducir la primera parte al inglés a Thomas Shelton en 1611, que luego traducirá también la segunda parte en 1615. Y es tan eficaz esa acción que en 1801, el tercer Presidente de los Estados Unidos, el arquitecto Thomas Jefferson, en una deliciosa carta que tuve el privilegio de ver en directo en el Museo de Historia de New York, puede reñir a su hija María por no estar leyendo el Quijote.
Y, ¿cómo sería hoy eso de traducir al inglés el Quijote? O mejor todavía, ¿cómo sería hoy eso de traducir al inglés a Fisac? ¿Cómo podríamos hoy poner en el torrente circulatorio de la sociedad que son los medios de comunicación el mensaje construido y escrito que nos ha dejado Miguel Fisac?
Y es que, aunque sigue siendo verdad aquello de que "el bien es difusivo", lo que ya no es tan verdad es lo de que "el buen paño en el arca se vende". Se apolilla.
La ya resulta polémica de si los fondos de Fisac iban a Madrid o a Ciudad Real, ya no tiene sentido. Aquellos a quienes parecía que llevar los fondos a Ciudad Real era como llevarlos a un destierro dorado, YA no tienen razón. Aunque la tuvieran, que la tenían.
Y porque no querría que estas palabras mías pudieran quedarse en un solo florilegio, es por lo que propongo algo tan sencillo pero tan eficaz como colgar en el aire de la manera más eficaz las ideas y las obras de Fisac. No en vano vivía en aquel maravilloso Cerro del aire, como si de una premonición se tratara.
Y aunque es bueno que siga habiendo libros y publicaciones sobre Fisac, es mejor que todos esos fondos, bien ordenados y articulados, se pongan al alcance de todos en la red. Se deben volcar, así dicen los expertos, en el más actual medio de difusión, que es la red informática. A lo que muchos de nuestra generación ¡viejos! se resisten. A lo que todos los de las nuevas y futuras generaciones nos conminan. Porque en esa red están colgados todos. Y si no, cuéntenme qué hacen hoy los niños.
Y aunque hayamos empezado de la mano de Cervantes y de Shelton y de Jefferson, no me resisto a repetir mi elogio a Fisac como un nuevo Ulises. Por tantas razones. Claro que podemos hablar de Ulises porque Thomas Chapman en el siglo XVII tradujo a Homero al inglés. Y es tal la que se armó, que dos siglos más tarde, John Keats le dedicó un bellísimo poema al traductor por tamaña hazaña.
Y así, podría encontrar mil argumento para convencerles, creo que ya estarán más que convencidos, que merece la pena poner todos los medios para que se reconozca la dimensión universal de la figura de Miguel Fisac. Para eso estamos hoy aquí.
Fisac, como un nuevo Ulises, atravesó el estrecho de la vida uncido al palo mayor de la nave de la arquitectura con los lazos de la razón y de la honestidad.
Con los oídos y los ojos bien abiertos vio pasar todo y de todo.
Como al héroe troyano, las fascinantes sirenas le tentaron con su canto seductor: el dinero, la fama y el poder.
Como al hijo de Laertes, Escila y Caribdis le trataron de sorber con la incomprensión, el desprecio y el olvido.
Pero nada ni nadie pudieron con él. Y ha llegado, por fin, a su Ítaca. E igual que allí estaba fiel-fiel Penélope, Miguel Fisac tuvo y tiene, fiel-fiel a Ana María.
Y así, cómo Cortés en el poema de Keats miraba asombrado la infinitud de ese inmenso mar Pacífico desde lo alto del Darien, imagino a Miguel Fisac mirándonos asombrado, hoy y ahora, desde allá arriba, feliz, en los aires, o mejor, seguro, en los cielos.
*Este escrito fue extraido del libro Poetica Architectonica de Alberto Campo Baeza.
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