En el siglo XV a.C., hace ya más de 3500 años, estudiaba la reina Hatshepsut con su arquitecto, Senmut, cómo debían ser las columnas de su templo funerario, que iba a ser construido en el complejo de Deir el Bahari, en la franja occidental del río Nilo. Al templo se accedería por tres terrazas escalonadas, de manera que el visitante, desde la lejanía, vería las fachadas de las tres terrazas, y al fondo, como si del escenario de un decorado se tratara, la imponente montaña con su pared escarpada, casi vertical. Dudaba la reina si las columnas de los pórticos debian ser de la planta cuadrada o circular, pero el arquitecto lo tenía bastante claro. En este caso debían ser cuadradas. En la cabeza de Senmut estaba la idea de que el templo se fundiera con la montaña, que pareciera un templo excavado en la roca, y por eso los pórticos de esas terrazas tenían que estar compuestos por pilastras cuadradas, de manera que sus caras exteriores se unieran visualmente con las de las vigas, conformando un plano vertical continuo y dando la impresión de una fachada horadada en la roca, y no de una sucesión de columnas talladas por el hombre.
Esta idea la recogería años después Leon Battista Alberti en su libro De Re Aedificatoria, en el año 1452 de nuestra era. Un pórtico de pilares cuadrados con arcos da la impresión de un plano horadado, porque las caras frontales de los pilares se funden con el plano de los arcos. Sin embargo, en un pórtico de columnas circulares no se produce esa impresión, porque la columna circular no se funde con la viga, sino que conserva su individualidad.
Al final, como bien sabemos, el templo de Hatshepsut se construyó con sus planos aterrazados conformados por pilastras cuadradas, dando la sensación de un templo excavado en la roca, y hoy en día es conocido como Djeser-Djeseru (la maravilla de las maravillas). Pero en los pórticos laterales de la terraza principal, los que no tienen como fondo la montaña, las columnas son circulares, como queriendo dejar constancia de la leyenda que aquí se explica.
Si algo podemos aprender de esta historia, es que la forma de una columna es muy importante. Y que es clave cuando el arquitecto quiere transmitir una idea clara, no sólo de su estructura, sino también de su arquitectura. El propio Vitrubio, en sus Diez libros de Arquitectura, pone por escrito la importancia que le daban los arquitectos griegos a la forma y decoración de sus columnas. Y Viollet le Duc, en sus Conversaciones, incide aún más en esta idea. A lo largo de la Historia de la Arquitectura muchos arquitectos se han preguntado cuál era la columna adecuada para la idea que querían transmitir.
Mies van der Rohe entendió muy bien la importancia de la forma de la columna, y a lo largo de su obra investigó hasta cien tipos de columnas diferentes que varían su forma, material, proporciones, color y disposición: cuadradas, rectangulares, cilindricas, prismáticas, troncocónicas, troncopiramidales, con forma de cruz griega, cruciforme con brazos en T, ahusadas, rectas, en H, blancas, negras, de acero, de aluminio, de hormigón, de bronce, y muchas más.
Veamos el ejemplo de la columna de la Galería Nacional de Berlín.
La columna de Berlín es una columna de sección cruciforme con los brazos en T, de acero negro y con el fuste ligeramente inclinado, más ancho en la base que en la coronación. Mies estudió en profundidad esta columna y, antes de llegar a la solución final, pasó por un gran número de variantes. La columna por la que finalmente se inclina es ligerísimamente ahusada, mide 96 cm de lado en su base, y 87 cm en su coronación, presenta unas acanaladuras conformadas entre los brazos en T y el centro de la cruz y dispone en su cabeza de una mínima rótula sobre la que apoya la losa de cubierta, a 26 cm de la columna.
Pero este ligero ensanchamiento de la sección en la base no se corresponde con una necesidad mecánica. Cuando calculamos la capacidad resistente de la columna con fuste recto, comprobamos que es muy superior a las solicitaciones a las que está sometida.
El ensanchamiento no es necesario, y podemos concluir que la forma de la columna no responde estrictamente a la función sustentante, sino a la idea que Mies quiere transmitir. Aquí esta respondiendo puntualmente al precepto Vitruviano que afirma que "está perfectamente estatuído que tanto en altura como en grosor las partes superiores sean más delgadas que las inferiores".
No le basta a Mies que la columna cumpla su función sustentante. Quiere que transmita la idea de la sustentación con su ensanchamiento.
La columna de Berlín es muy especial, y nos recuerda a la columna griega, con sus acanaladuras (los huecos entre las alas de las cruz de acero), y con su éntasis (el ligero ahusamiento de la sección). Es una columna que representa la idea de la Gravedad, pues su fuste al ensancharse no hace sino seguir la ley del racionalismo estructural (a medida que nos acercamos a la tierra el peso aumenta, y la sección debe aumentar para resistir la carga). Es una columna que representa la idea de la Construcción, pues con la rótula que la corona convierte el apoyo de la viga en un hecho solemne. Es una columna libre, escultórica, pues el sustento de la viga no impide que el cielo la recorte en su coronación. Es una columna que no se retranquea, sino que se yergue con su orgullo en la fachada del edificio. Es una columna serena, perfectamente proporcionada: su diámetro es aproximadamente la mitad del canto de la viga, y el voladizo que soporta mide aproximadamente dos veces la longitud de su fuste. Es una columna muy hermosa.
Aquí el arquitecto alemán eleva una columna a la categoría de arte. Una columna aparentemente sencilla, formada por palastros de acero y pintada de negro, se convierte en Historia de la Arquitectura. Un perfil al alcance de cualquier arquitecto del que él, como buen genio, saca el mayor de los partidos.
Mies nos demuestra que la columna no es sólo un elemento tectónico, sino también plástico, o si se quiere, artístico. Es francamente emocionante ver cómo la columna evoluciona en la obra de Mies, cómo llega a convertirse en un acontecimiento. En una época en la que parece que la Arquitectura se ha aburrido de sí misma, y huye hacia lo irracional, Mies nos recuerda que vayamos a la raíz de la Arquitectura, a su esencia. Que todavía hay camino por recorrer en la Arquitectura esencial. La de verdad.
*Este escrito fue extraido del libro Estructuras vistas, ocultas e ilusorias de Alejandro Cervilla García.
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