Por debajo de la transformación cosmopolita, los espíritus de la nacionalidad continuaban alentando en la sombra. Como en un hogar que se cree apagado, las brasas volverían a arder entre las cenizas. Hijos de la tierra y de la tradición, aquellos espíritus volverían a entrar en la conciencia de las ciudades argentinas, y esto es lo que hoy está ocurriendo con la tendencia nacionalistas, que ya despunta victoriosa en nuestra arquitectura.
Muchas son las causas que han dado origen a dicha tendencia; pero así como el snobismo cosmopolita y el utilitarismo comercial se aliaron hace medio siglo para demoler la vieja ciudad en torno de la Plaza de Mayo, hoy se ve que tal cosa no podría realizarse sin que alguien protestara, porque siquiera en la minoría culta se ha despertado el sentimiento estético de la tradición y el anhelo civico de la unidad espiritual. Este nuevo estado del alma colectiva, todavía incipiente, va generalizándose en la conciencia pública y trasuntado la inicial emoción en doctrina iluminadora. Tal actitud, meramente defensiva en sus comienzos o de simple curiosidad teórica, va pasando a la acción creadora, que desdeña la mera copia del modelo extranjero, para buscar en nuestro medio histórico sus fuentes de inspiración. La obra paralela de historiadores y poetas ha fortalecido en los nuevos arquitectos el ideal de una edificación más argentina.
La cátedra de Kronfus, las investigaciones técnicas de su escuela, la Revista de Arquitectura, los salones anuales, la obra personal de artistas como Pirovano, Gallardo y el malogrado Bermúdez (hermano del pintor), la casa de Larreta, la prédica y la acción profesional de Martín Noel, autor de una Historia de la arquitectura hispano-americana y de varios edificios inspirados en la tradición arquitectónicas de nuestras ciudades coloniales, son claros signos de que está formándose una "escuela argentina" de arquitectura. Las fuentes y las orientaciones son todavía confusas: faltan, por consiguiente, los caracteres de un estilo. Se habla de lo español y de lo colonial, designaciones absurdas, por ser contradictorias con el propósito que se persigue. La arquitectura ha de ser algo orgánicamente expresivo de la vida social, y debemos reconocer que aún le falta nueva unidad colectiva. Algunos jóvenes desearían copiar lo incaico, lo azteca, lo calchaquí, por lo menos para sus decoraciones; pero ya no debemos copiar, sino crear, sin desdeñar la arqueología, pero sin olvidar la naturaleza. No pocos discuten sobre materiales de construcción y sobre funciones de la ciudad moderna, como óbices de una simple restauración. Cualquiera que sea la vaguedad actual de las ideas, el problema está planteado y la inquietud va haciéndose tan general y profunda, que la solución ha de hallarse bajo las normas de Eurindia, en una colaboración de todas las artes sintetizadas por la conciencia total de la vida americana.
*Este escrito fue extraido del libro Eurindia de Ricardo Rojas.
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