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La aportación conceptual de Chile: Juan Borchers y la Ciudad Abierta - Josep Maria Montaner

  Los tres grandes focos culturales de la arquitectura chilena se relacionan con tres Universidades. La más clasica, la Pontificia Universidad Católica de Santiago de Chile, que fue neoclásica hasta mediados del siglo XX y que ha mantenido recuerrentemente estrechas relaciones con Norteamérica y fundaciones como la Ford o los Rockefeler. La Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, que surgió en 1952 como una escisión de la de Santiago, enncabezada por Alberto Cruz Cobarrubias. Y toda la influencia teórica de Juan Borchers, que tuvo como escenario de partida la Universidad de Chile, la pública, cuya Escuela de Arquitectura se reformó en 1945 con la intervención de Waldo Parraguez, Enrique Gerbhard y Tibor Weiner, ex-asistente de Hannes Meyer.

 Juan Borchers (1910-1975) planteó la fundamentación estética de una nueva arquitectura, e Isidro Suárez y Jesús Bermejo fueron sus más destacados discípulos y han ido publicando y continuando su obra. Juan Borchers fue un arquitecto singular que construyó una obra muy reducida y que escribió incasablemente textos claves, pensados como refundamentación de la arquitectura moderna en Chile. Sus textos teóricos Institución Arquitectónica (1968), que recoge parte de sus clases dictadas en 1964 y 1965, y Meta-Arquitectura (1975), han sido durante años fundamentales para algunas escuelas de arquitectura de Chile.

 En la evolución constante de Borchers se pueden establecer dos etapas. La primera, tras titularse en 1944 en la Universidad de Chile, en la ciudad de Santiago, fue una época de fuerte influencia de la obra de Le Corbusier, raíz de la que surge toda su arquitectura. Entre 1944 y 1964 desarrolló un largo periodo de viajes y estancias de estudio e investigación en países de Europa, África, América y Asia, residiendo en épocas en España. En 1948 realizó un viaje por capitales como París y Madrid, y por países como Italia, Grecia y Egipto. La experiencia de este viaje definió su ambición intelectual, casi ilimitada: crear una gran teoría sobre las medidas del mundo y todos sus objetos en relación al cuerpo humano.

 Borchers tomaba el cuerpo humano como medida de todas las cosas -cuerpos atmosféricos, objetos y pinturas- y se dedicaba obsesivamente a medir fenómenos, como las nubes, y arquitecturas, como los monasterios románicos catalanes. Consideraba que lo heterogéneo se hace concordante en el número. La voluntad de Borchers era la de incluir todo lo que hasta entonces se había publicado sobre las proporciones en arquitectura. De esta manera, Borchers se reconoce al principio de su libro Meta-arquitectura como "estudioso de la lúcida obra del Padre Van der Laan, he incorporado su sistema y su terminología, excediéndolos en más alcances numéricos, conceptuales, poéticos y bases sensoriales de la arquitectura." Y concluye el libro con esta frase reveladora y de síntesis, tomada de Charles Baudelaire: "Todo es número. El número está en todo. El número está en el individuo. La embriaguez es un número."

 Se trata, en definitiva, de un proyecto a la vez físico y a la vez poético -"Ir al fondo del horizonte"-, con el objetivo de buscar unas geometrías y unos números plásticos, una geografía poética que consiguiera sintetizar, a la vez, la tradición pitagórica y la tradición orgánica.

 Su proyecto teórico partía de una desmesurada voluntad de interpretar y medir el mundo, todo lo visible: del cuerpo humano al horizonte, partiendo de los tratados renacentistas, las proporciones armónicas de Juan de Herrera, las morfologias de Goethe y los dibujos de Le Corbusier y Picasso.

 Borchers intentó un proyecto inabarcable: fundir la poesía con la matemática, siguiendo un camino similar al que luego trazaron artistas minimalistas y conceptuales como Jorge Oteiza y Sol Lewit: avanzar en un racionalismo tan insistente y abarcante que llegase a alcanzar una especie de mística racionalista; por la vía de una razón sistemática, obsesiva y repetitiva llegar a la síntesis, a la mística e, incluso, al delirio.

 Tras esta primera etapa de viajes, los años sesenta fueron la época de mayor actividad didáctica, cuando publicó sus textos teóricos e impartió sus clases magistrales entre 1964 y 1965, creando una escuela de seguidores. También fue en este período cuando su obra arquitectónica se concretó en una breve serie de edificios, entre los que destaca la Cooperativa Eléctrica en Chillan (1960-1967), con la colaboración de Isidro Suárez y Jesús Bermejo; una obra totalmente inspirada en las creaciones de Le Corbusier de hormigón armado, especialmente en el Capitolio de Chandigarh.

 Entre su obra hay aportaciones muy singulares, como Haitabú, publicado póstumamente por el Departamento de Proyectos Arquitectónicos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en 1998. Es una obra lírica, no fechada en su original, planteada como su diario personal, como visión del mundo desde el extremo sur, en Punta Arenas. Sin embargo, estos textos publicados no constituyen más que la mínima parte de una ingente obra escrita en guiones de clases y recogida en centenares de cuadernos de bitácora o diarios personales.

 En Haithabú, Borchers escribre sobre "la tierra como animal, algo viviente y no una escena yerta", señalando algo que más tarde científicos como James Lovelock han convertido en la teoría de Gaya. Borchers escribía que "donde residía era en Stravinsky, en Satie, eso era mi ciudad, el país donde vivía y  ese país tenía una lengua mental que no era la mía, el francés, y una ciudad espiritual o mejor intelectual donde no había estado nunca y era París". Sus reflexiones sobre el paisaje le llevaron a exclamar: "Y tras el horizonte, el mundo y el allende... allá iría un día cuando fuera grande..."; "El horizonte es un rectángulo, alargado de norte a sur"; "Debería quizá llegar a un lugar donde la tierra y el firmamento se tocaban: una playa como la que hacía el encuentro de la tierra con el mar, las playas del firmamento: donde la tierra, el mar y el firmamento se encontraban en una recta o franja y allí pasar de este lugar al allende, al puro allende maravilloso, vestido del asombro inaccesible, de una embriaguez ilimitada, entrar al fin en un mundo de sueño y presentimiento: de lo que todo mi cuerpo era signo, el arco y la flecha y el disparo: el cuerpo magnético orientado."

 Por otra parte, en la ciudad de Valparaíso se ha desarrollado desde 1952 una línea autónoma ideada por el arquitecto Alberto Cruz-Cobarrubias, junto a un grupo de profesores y estudiantes de la Universidad Católica de Valparaíso. A partir del estudio inicial de la arquitectura popular de la ciudad, propusieron la construcción de una Ciudad Abierta en Ritoque, cerca de Valparaíso, una ciudad laboratorio que ha sido proyectada por los profesores, con la intervención de los estudiantes de cada promoción. Paulatinamente, la escuela de arquitectura ha ido configurando sus conceptos básicos sobre el habitar, partiendo de la idea de Amereida, según el poema del mismo nombre creado en 1965 por el poeta argentino Godofredo Iommi, también miembro del grupo. El objetivo ha sido ir realizando una multitud de intervenciones dispersas por el territorio, siguiendo distintas travesías por el interior de la tierra de América, iniciadas en 1964, situando las arquitecturas fundacionales y poéticas de una posible Eneida americana.

 Cada pieza de la sede de la Ciudad Abierta promovida por la Cooperativa Amereida -la sala de música, los instrumentos musicales al aire libre, las casas que se denominan hospederías, los talleres, las residencias temporales de profesores, el cementerio- se basa en utilizar materiales locales y reciclados, articulados en formas orgánicas, expansivas y libres, partiendo estrictamente de las funciones y los gestos, de la espontaneidad y el sentido común, pintorescas e integradas al lugar, buscando siempre un sentido escultórico. El núcleo inicial de la Ciudad Abierta se sitúa sobre las dunas de la costa del Pacífico; por eso se trata de livianas y crecederas estructuras de madera ensamblada, llenas de luz que atraviesa lucernarios y sobre suelos de arena; formas en continua mutación, semihundidas y unidas por marcas en el terreno, que de manera incansable se rehacen y amplían mientras el escenario de arena va cambiando.

 Acercándonos a nuestra época, se puede interpretar que los mejores valores de la arquitectura chilena actual, su rigor y su poética, su realismo y su experimentalismo, radican en estas dos experiencias tan singulares: la metología de la Ciudad Abierta de la Escuela de Valparaíso y las teorías de Juan Borchers.

 Ambos referentes demuestran hoy una gran influencia en la arquitectura chilena contemporánea y su desarrollo en otras experiencias académicas, como la Escuela de Arquitectura de Bio Bio y la de Talca. En el año 1999, intentando superar la estela de la Escuela de Arquitectura de Valparaíso y mucho más cerca de experiencias de voluntad social, como la escuela de arquitectura del Rural Studioen Alabama, se creó una nueva escuela pública de arquitectura en la Universidad de Talca, en el Valle Central de Chile, planteada también como un laboratorio. Los proyectos finales de carrera consisten en elementos urbanos de pequeña escala, como marquesinas, puentes, plazas, observatorios, miradores, quinchos, pabellones, hornos e hitos diversos, siempre en estrecha relación con el paisaje y con los materiales del lugar. Entre los años 2004 y 2010 han sido ya más de 100 los proyectos finales de carrera construidos con una fuerte voluntad de ayuda social. Entre los responsables de la creación de la escuela están Juan Román, formado en Valparaíso, y Juan Pablo Corvalán, miembro fundador del vanguardista grupo Supersudaka, y en los años fundacionales fueron profesores visitantes Maurizio Pezzo, Eduardo Castillo, Smiljan Radic y Kazú Zegers, y otros que han dejado una fuerte impronta.

*El articulo fue extraido del libro Arquitectura y crítica en Latinoamérica (2011).



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